Desde el punto de vista del jurista, estamos viviendo una época convulsa motivada por los continuos cambios legislativos que están generando un clima de inseguridad y desconfianza en los ciudadanos. Ante esta cascadas de leyes, declaraciones y actos que los políticos están llevando a cabo, se hace más necesario el papel que debemos desempeñar todos los operadores jurídicos en defensa de la ley y la justicia.

     El abogado debe ser el eslabón directo e imprescindible entre los ciudadanos y los poderes del Estado. Y ante todo, en caso de conflicto entre la ley y la justicia, apostar siempre por esta última, pues nuestra labor es indispensable para corregir al poder legislativo cuando una ley no responde a los motivos para la que fue dictada, máxime si esa ley rompe el principio de igualdad entre los ciudadanos, vaciando de contenido la democracia y nos lleva a una sociedad formada por esclavos.

     Para que el mal avance lo único necesario es que los hombres de bien no hagan nada.